Nadie se fija en ella. Y eso que la calle está muy concurrida. Ni quien pasea despreocupado ni quien vuelve a casa de hacer recados parece darse cuenta del roto que tiene uno de los dos casetones de La Puerta Bonita de Carabanchel. Un coche de policía la embistió en febrero y ahora una viga de madera la sostiene a duras penas hasta que el Ayuntamiento inicie su reconstrucción. No es el primer accidente que sufre, un camión grúa ya se empotró contra ella en los 80. Y con bastante peor suerte.. Seguir leyendo
Que ni pintado (VI)
Un camión grúa derribó la Puerta Bonita de Carabanchel en los ochenta, se construyó una réplica, y un coche de policía ha vuelto a chocarse contra ella


Nadie se fija en ella. Y eso que la calle está muy concurrida. Ni quien pasea despreocupado ni quien vuelve a casa de hacer recados parece darse cuenta del roto que tiene uno de los dos casetones de La Puerta Bonita de Carabanchel. Un coche de policía la embistió en febrero y ahora una viga de madera la sostiene a duras penas hasta que el Ayuntamiento inicie su reconstrucción. No es el primer accidente que sufre, un camión grúa ya se empotró contra ella en los 80. Y con bastante peor suerte.
“La que llamamos Puerta Bonita, que en realidad era la puerta de Madrid de la finca de Vista Alegre, se construye a mediados del siglo XIX. La regente María Cristina adquirió la quinta de Vista Alegre y la hizo posesión real. Fue cuando se construyó el palacio antiguo. Pero después se privatizó y la compró el marqués de Salamanca”, cuenta Alfonso Muñoz, arquitecto y catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid. Uno de los accesos a esa finca era esta construcción con dos casetones a cada lado que sostenían una lujosa rejería inglesa. Tan bonita era la puerta que se empezó a llamar así popularmente y acabó dando nombre a este barrio de Carabanchel.
Con el tiempo, la vida urbana de Madrid se abrió paso en esos inmensos terrenos: se construyeron viviendas, plazas, institutos… El palacio de Vista Alegre aún se conserva, también parte de sus jardines, pero la puerta se quedó sola, aislada en medio de una plaza. Sin ser ya puerta de nada.
Y así se mantuvo hasta los años ochenta. Una mañana, un camión grúa del servicio de conservación de vías públicas. según la crónica publicada entonces en este periódico, se estampó contra ella. El monumento estaba ya en mal estado de conservación y este choque fue la puntilla. La puerta original se vino abajo y hubo que reconstruirla. “La de ahora es en realidad una recreación bastante fiel porque se hizo de acuerdo a los planos, que estaban en el museo Historia de Madrid”, explica Muñoz.
Pocos vecinos parecen recordarlo. Uno de ellos se sienta en un banco cercano mientras espera a su mujer, que se ha metido en una de las tiendas de la calle. Dice que lleva toda la vida en el barrio, pero no se acuerda del choque ni de la reconstrucción. Unos quince minutos después, otro vecino se para en el mismo banco para descansar del peso de las bolsas que carga antes de que se ponga verde el semáforo.
— Llevo aquí casi 40 años.
— ¿Y se acuerda del accidente que hubo en los años ochenta?
— Mmmm… creo que algo hubo, sí. Pero esta puerta lleva toda la vida aquí. Ahora mira cómo está, por los okupas.
El vecino se equivoca. Hay okupas, sí, pero la puerta no está así por ellos. De hecho, a uno de esos okupas le pilló el accidente dentro del casetón, aunque no resultó herido. Pero si este viandante ya no recuerda lo que le ocurrió a la puerta hace solo unos meses, cómo se va a acordar del accidente de hace 40 años.
Su historia parece haberse borrado de la mente de los habitantes del barrio. Es casi como un árbol más, nadie sabe desde cuándo está, ni por qué, ni si se le caen las hojas o no. Solo saben que existe. Aislada de su conjunto, sin cumplir la función para la que fue construida y sin siquiera un letrero adecuado que lo recuerde. “Es un elemento relevante que aunque sea una réplica. Un recuerdo de lo que había y que se debe conservar aunque sea solo como patrimonio. Se encuentra ahora mismo descontextualizada y sin ninguna referencia a su razón de ser, ningún cartel. Sería interesante que se vinculara en la señalética, explicar que tiene relación con la finca de Vista Alegre”, sentencia Muñoz.
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Sobre la firma

Trabaja en el equipo de Redes de EL PAÍS. Ha pasado por varias secciones del periódico, como la delegación de Sevilla, Nacional o El País Semanal, donde ha escrito temas de música y cultura. Es Licenciada en Historia y Graduada en Periodismo por la Universidad de Navarra y Máster de Periodismo de EL PAÍS.
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